El trueno cae y se queda entre las hojas

viernes, 26 de abril de 2024



Los raros no son iguales: cada uno es raro a su manera

Los guapos

Había abandonado este blog por imposiblidad de encontrar un tiempo. Pero de vez en cuando vuelvo a él para reencontrarme con la crítica literaria. En ella comencé y nunca hay que olvidar el pasado.

He leído Los guapos (2024) de Esther García Llovet. Mi dedicación a las artes escénicas me ha impedido abordar sus anteriores relatos. He de decir que Sánchez me atrae y algún dia la leeré. Su prosa ágil, endiablada y plácidamente grácil me invita a seguir a esta autora.

La mayor virtud de la novela, además de su buena escritura con un estilo personal, es saber poner el punto final cuando la narración no da más de sí. De ahi que ese "La respuesta es SÍ" de la rubrica sea un momento de distensión abierto entre los sucesos misteriosos que vive Adrián Sureda, el falso periodista que aparece por los arrozales frente al cámping valenciano de El Saler para enfrentarse a un coro de aficionados a lo oculto y a los extraterrestres después de la aparición de unos misteriosos círculos de formas geométricas en un campo sembrado.

Adrián es un antihéroe. El fracaso se le asoma por su déficit de atención. Ahora es organizador de eventos y festivales musicales. Viaja a Valencia a comprar fuegos artificiales para la inauguración de un parque de atracciones. Un tipo aparentemente normal envuelto en unas situaciones de personajes estrambóticos que muerden al lector. Estrambóticos pero sobre todo marginales. García Llovet nos pone frente a Ocho, el gato montés con una corona del Burger King, fantasmas, un director del cámping extraño, Vicente, la fornida guardia de seguridad Willy que come pipas continuamente y que es el desencadenante del desenlace con su plan, también dedicada a un programa de radio esotético en sus ratos libres, el Carabinero, Mornell la abandonada en un río cercano, el anciano paseador de perro detenido por la Guardia Civil por pirómano, y otros que construyen un microcosmos de lo irracional. Se multiplican los episodios disparatados y divertidos como el intento de secuestro del niño japonés, el enfrentamiento con los tres pijos quinceañeros, con otros inverosimiles como los tres dromedarios pastando en los arrozales de la Albufera, junto a momentos terroríficos como el de la gasolinera o esa elevación de Willy. Pero la rareza no está excenta de puntos bellos o reflexiones metaliterarias como "un buen argumento tiene que ser breve y tiene que ser conciso, firme, tenso, como la cuerda por la que camina el funambulista sobre el abismo". Así es esta narración.

Reconozco que la extrañeza de la novela tan bien contada me entusiasmó. Sobre todo por lo anecdótico, el toque concreto de las situaciones de cada personaje. Sin embargo, no sé si es una novela de misterio, humorística, una sátira social o un ejercicio estilístico para mezclar distintas cualidades. El toque ocultista y esotérico preside el enigma pero es demasiado confuso. El final deja un poco indiferente. ¿García Llovet nos está diciendo que estamos en una sociedad llena de personajes desequilibrados? Pero no lo acaba de rematar con claridad.

Lo mejor es el conjunto de seres que no lograrán salir de su precariedad y su fracaso personal. Ni siquiera el protagonista. Y, por supuesto, la prosa, casi siempre coloquial, con un preciso manejo de los diálogos, y una capacidad para el pequeño episodio asombrosa. Cada episodio debe ser leído como si fuera autónomo para poderlo disfrutar. Por eso, falta quizá una mayor concreción de un argumento que valide esta calidad narrativa.

Novela que se deja querer y se disfruta. Aunque no pase a la historia de los grandes relatos sí que consigue que el lector disfrute de buenos momentos y entre en una historia que es una suma de anécdotas sin más trascendencia que la de ser literatura placentera por la extrañeza de sus personajes y sus actos.