El trueno cae y se queda entre las hojas

miércoles, 28 de septiembre de 2022

     



GUARDIANES DE LA MORAL

Ficciones, las justas (La nueva moral en el cine, la música y la pornografía)

Jesús García Cívico – Eva Peydró – Carlos Pérez de Zirira – Ana Valero.

Editorial Contrabando, Valencia, 2022, 177 páginas. Ensayo.

 

Estamos conociendo la existencia de manifestaciones en Irán en protesta por el asesinato de una joven de origen kurdo en una comisaría porque llevaba el velo, el hijab, mal colocado. Un acto reprobable y desproporcionado que, en realidad, ha provocado una reacción contra los dictados patriarcales derivados de una inadaptación de preceptos morales o religiosos. Un acto de unos llamados “Guardianes de la moral”.

Pero qué antiguos son los dirigentes religiosos iraníes. Esta manera de guardar la moral vigente hoy es vetusta y está obsoleta. Hoy en día tenemos otros métodos, sobre todo en el mundo capitalista de raíz cristiana, más sofisticados y derivados de la concepción excesiva de los medios de comunicación como cuarto poder, a lo que habría que añadir al servicio de los poderosos. Una nueva moral derivada del fracaso de la educación, que nos enseñó a leer y a escribir para ser objetos laborales y consumistas en lugar de fomentar el pensamiento crítico  y así tener en estado de ataraxia a la población, que deja de tener valor y se sumerge en un pensamiento único que protege el sistema capitalista egoísta e individualizado, alejado del concepto globalización porque solo sirvió para lo económico. Nada más hay que asistir al actual debate de los impuestos en España para darnos cuenta de la sarta de mentiras lanzadas a lo emotivo, porque da lo mismo el conocimiento de la materia: vivan las sensaciones. Esto lo digo yo, no el libro Ficciones, las justas (La nueva moral en el cine, la música y la pornografía), pero después de haberlo leído.

Jesús García Cívico, Eva Peydró, Carlos Pérez de Zirira y Ana Valero, sus autores, examinan esta nueva censura de moral férrea que nos invade a partir de ejemplos de objetos artísticos y su impacto como cambios culturales en un ámbito general y en el cine y el audiovisual, la pornografía y la música respectivamente. García Cívico resume las ideas que tienden a la práctica popular de retirar el apoyo a personajes públicos y empresas cuando existe algo políticamente incorrecto que determinados sectores consideran discriminatorio u ofensivo. Esto ha generado una nueva sensibilidad con un moralismo artificial instaurador de un cambio cultural hasta llegar a la nueva expresión llamada “cultura de la cancelación”, esbozando ejemplos que serán más detallados en cada estudio.

García Cívico titula el suyo “La nueva sensibilidad: tentativas de comprensión desde el cambio cultural”. Son textos estructurados como píldoras que ejemplifican esta nueva moral que incluso acude al pasado para censurar conductas que en otros tiempos estaban normalizadas. Por sus líneas pasan los casos del futbolista Maradona y los calificativos recordados después de su fallecimiento, el uso de la palabra “negrito” en referencia a Edinson Cavani, también futbolista, que en Uruguay no tiene el valor despectivo que se le atribuyó por estos censores de la moral, falsedades como el “Tour de la Manada” que nunca existió, la elevación de Dora Maar para acusar a Picasso de ser su sombra y un maltratador, los casos del #MeToo, la degradación de Woody Allen y Roman Polanski a la categoría de monstruos, la situación de Kevin Spacey y otros muchos ejemplos. La sumisión de la mujer, la homofobia y el desprecio étnico son ideas a combatir pero han dejado muchos cadáveres sociales. Bajo la moralización explícita se ha sojuzgado a la ficción, confundiendo a la persona con su producto artístico, lo cual está provocando que muchas obras clásicas estén condenadas al ostracismo. Y las redes sociales han sido el medio más potente para expandir una idea censora que lleva como consecuencia la cancelación.

La orientación de conductas es el objetivo de esta moral social que actúa lentamente como una serpiente a la caza de un roedor. Sin embargo, el crítico no debe obviar el trasfondo ideológico de una expresión cultural para lo cual adoptará los criterios de exigencia y rigor. García Cívico, con este sentido, no plantea soluciones sino que establece preguntas acerca de la licitud de esta nueva moral que, de forma hipócrita, acepta las orgías de Berlusconi y las aplaude. No hay cancelación para los políticos populistas pero sí para la cultura.

El ejemplo de Bernard Pivot y su programa de televisión Apostrophes con respecto  al escritor Gabriel Matzneff en los años noventa del siglo XX ilustra muy bien los cambios. Cuando expresó sus artes de seducción con niños y niñas de diez a quince años, solo reaccionó contra la idea de que la literatura sirva de coartada contra la pedofilia Denise Bombardier. Todo ha cambiado: lo que antes era y hasta naif  o una boutade exhibicionista asumida, hoy escandaliza. El problema está en el ejercicio del “judo moral”. Hoy en día la batalla diferencial se gana con likes y parece el objetivo de esa izquierda wake que ha sustituido a la preocupada por la distribución de la riqueza, la igualdad social por la defensa de identidades de las minorías. Ello ha creado una nueva sensibilidad identitarista de pertenencia a clases, para caer en un relativismo cultural peligroso, examinado con lupa por García Cívico para hacernos reflexionar si en ese magma absurdo en que nos estamos moviendo no acabaremos en manos de quienes precisamente son más censurables que los censurados.

Eva Peydró camina por la censura en la ficción audiovisual. Recuerda que se sistematizó corporativamente en Europa a partir del Concilio de Trento, con las listas de libros prohibidos, suprimida hace relativamente poco, en 1966 con el Concilio Vaticano II. En él se incluían autores como Balzac y Sartre y obras cumbres como Madame Bovary de Flaubert y Los miserables de Hugo. Da un repaso por el puritanismo, estudiando a fondo la cinematografía en los Estados Unidos y el conocido código Hays. Y también en España, con toda la historia de nuestra censura desde su asentamiento en la dictadura de Primo de Rivera  y su institucionalización durante el Franquismo. Prosigue para ejemplificar la cultura de la cancelación con casos de #MeToo  y actrices como Whoopi Goldberg, Kevin Spacey, Woody Allen y Polanski, planteando si debemos ocultar la filmografía de James Fox porque tuvo relaciones con Angelica Huston cuando ella contaba con diecisiete años, o Lars von Trier, porque declaró en su día que simpatizaba un poco con Hitler y fue acusado de acoso por la cantante Björk, para rematar con una detallada narración acerca del caso de Bertolucci y El último tango en París, antes idolatrado precisamente por padecer la censura y hoy vilipendiado a causa de unas palabras de la actriz María Schneider por un rodaje de hace cincuenta años. ¿Y qué hacemos con desapercibido cine de John Waters? Muy interesante es la consideración de la interpretación de personajes de una raza por actores de otra raza. Y un excelente remate con el macartismo.

Ana Valero comienza indicando que acercarse a la historia del sexo es acercarse a la historia de la censura. La sexual es la obra transgresora por antonomasia. Plantea un recorrido desde la Grecia clásica para llegar al concepto moderno de pornografía que pervive y que deriva de la era victoriana del siglo XIX. Pero el artista pone su mirada en lo que la sociedad califica de obsceno, siguiendo la frase de Strindberg sobre la definición del artista como aquel que pone la mirada donde los demás la retiran. Valero va desgranando ejemplos muy representativos de prohibiciones, algunas curiosas como la de Ulises de James Joyce o la censura de parte del argumento tan poco erótico de El proceso Paradine de Hitchcock por el código Hays. La conclusión es que el sexo sigue siendo incómodo en el siglo XXI y esboza varios ejemplos acaecidos en la pasada década para demostrar la existencia de una censura sobre las obras de arte en varios museos, hasta llegar a la extensión de la pornografía en los años setenta pasados, hoy en día denostada por el feminismo antipornográfico que lo acusa de ser un potente mecanismo perpetuador del sexismo y la violencia contra las mujeres con la estereotipación de los cuerpos y la cosificación de la mujer. ¿Qué hacemos con los desnudos pintados hace cinco siglos? Si las redes sociales censura de forma automática un pezón femenino alegando provocación sexual, ¿no se estará fomentando la reafirmación del descontrol de los instintos masculinos? Esto me lo planteo después de la lectura de las últimas páginas sensacionales para quienes amamos el erotismo en todas las ramas culturales.

Pérez de Ziriza nos hablará de la música. Aunque discuto su afirmación inicial de que vivimos tiempos de transición: no, la transición hasta esta nueva moral de la cancelación ya la padecimos y ahora estamos en plena moral que en algunos países ya está llevando a la ultraderecha al poder por el efecto acción-reacción. Lo afirmado por Gramsci de épocas de claroscuros no me queda diáfano en estos momentos de variopinta censura moral de masas gregarias segmentadas. Pero lo acertadísimo del ensayo es su tratamiento de la cultura de la cancelación en los conciertos musicales, desmitificando las acusaciones de machismo a algunos estilos y revisando las prohibiciones en ámbitos públicos, algunas de ayuntamientos socialistas por la creación de un fango donde la ultraderecha se desenvuelve de maravilla, como en el caso de Zahara. ¿Y qué pasaría hoy con algún tema de Loquillo o Los Planetas? ¿Entenderán que “Me gusta ser una zorra” costó el puesto de director de televisión a José María Calviño? Pero no es solo el supuesto machismo sino conceptos como la supresión de cualquier canción que contenga la palabra alcohol. Excelente el repaso a la historia de Ryan Adams, que pasó del éxito al linchamiento público, acusado por siete mujeres de abuso sexual, y de Calamaro y C. Tangana, para rubricar con el oportunismo, seguramente crematístico, de aquel niño que fue portada del legendario disco Nevermind de Nirvana. La ridiculización judicial dejó en entredicho al adulto que fue niño.

Un libro excelente, necesario, escrito con una prosa divulgativa capaz de llegar a cualquier lector (salvo a quienes olvidaron que leer es algo mal que juntar letras) a unir a otros editados en estos últimos años, como Lo que la posverdad esconde de Enrique Herreras. Estamos en una nueva época; un momento donde hemos sustituido el pito y la gorra del policía por una campaña en redes sociales. No sabemos cuál será el resultado final de esta época con esta censura y conductas de cancelación pero sí que la corrección política es un pantano fangoso que va menoscabando la libertad de expresión hasta producir un cambio cultural de consecuencias imprevisibles. Libro imprescindible para quienes queremos entender la historia sociocultural del presente.

José Vicente Peiró

28 de septiembre de 2022