Guillermo Galván (nacido en
Valencia y residente en Madrid desde los dos años de edad) es un prolífico
escritor con siete novelas publicadas en
poco más de una década y varios premios importantes obtenidos como el Río
Manzanares, el Felipe Trigo o el Alfonso VI, uno de los “clásicos” de la novela
histórica. Antes de dedicarse a la ficción, participó en algunos trabajos
colectivos de investigación, como Operación
Moisés y Panfletos y Prensa
antifranquista clandestina. Su primera novela fue La mirada de Saturno (2001), premio Tiflos de 1999, una creación
sobre el recuerdo, el peso de la losa paternal sobre el hijo, lo cual le motiva
al descubrimiento del pasado ocultado. A ella le siguieron El aire no deja huellas (2002) y Aislinn (2003), una de sus creaciones más destacadas subtitulada
“Sinfonía de fantasmas”; una narración no histórica sino “de contexto
histórico”, como Galván citó en el diario ABC. Porque es una novela que bebe en
fuentes históricas, literarias y periodísticas, como suele ser frecuente en la
mayor parte de su producción. En ella se recreaba una intriga política a
finales del siglo XIX, poco después del asesinato de Cánovas, cuando el joven
impresor Nicolás Villabuena recibe la oferta de un empresario irlandés para
editar un manuscrito del siglo XVI. Pero el texto oculta un crimen cometido
trescientos años antes, así como una compleja telaraña política permanente
hasta el presente de la historia contada.
Su siguiente obra, De las cenizas (2005), que tuve el gusto
de reseñar cuando me impuse la noble tarea ingrata de redactar una cada semana,
era una novela de intriga, en la que un músico,
Víctor Alba (curiosa ironía la de su nombre y apellido) emigrado a Nueva York
para sobrevivir con escasas posibilidades de subsistencia y después de un fracaso amoroso con Elena Torres,
retorna a Madrid veinticinco años después, pero topa con la misteriosa
muerte del marido de Elena. Con un carácter retrospectivo y circular, Galván
ofrecía otra de las características fundamentales de su novelística: el reflejo
de las
pasiones humanas, las emociones y los sentimientos, con credibilidad y
cuidado textual.
A ella le siguió la novela breve Llámame
Judas (2006), también de intriga, iniciada con la recreación del incendio
de un emblemático edificio contemporáneo madrileño, sobre un delito ante el que
se plantean diversas declaraciones de los supuestos testigos y en el que se
profundiza en el tema del traidor histórico, Judas Iscariote, que en realidad
es un cómplice.
A ella le siguió una de las
grandes obras de Galván, Antes de decirte
adiós (2009), llena de lirismo donde se mezclan el pasado de la guerra
civil y los años setenta españoles cuyo argumento se sitúa en los últimos días
de marzo de 1939, cuando un batallón republicano llega a Madrid con la misión
de rescatar un cadáver ante la incomprensión de los oficiales preocupados con
la resistencia final de la ciudad ante el avance de las tropas franquistas, y
en paralelo, se desarrolla la historia de Dimas Tallón, policía de la Brigada
de Extranjería, desencantado que revela el punto de vista de los perdedores de
la guerra civil, lo que convierte a la novela en una reflexión sobre el pasado
y el presente. Le siguió su gran novela histórica, Sombras de mariposa (2010), ambientada en el año 572, cuando Wilya,
hijo del difunto rey Liuva, es acogido en la corte visigoda por su tío, el rey
Leovigildo. Con esfuerzo y pundonor tras haber quedado lisiado por un accidente
infantil, Wilya logra convertirse en guerrero y participará en los
acontecimientos más turbulentos de la época, como la rebelión del primogénito
Hermenegildo, las campañas contra otros reinos, o la adjuración de la fe
arriana por parte de Recaredo. Además de histórica, Galván crea una narración
épica que dibuja toda una época no muy tratada en la historia española.
Galván nos acaba de regalar una
nueva creación: Cuida de Chester; una
novela de misterio psicológico donde se enfrentan dos mujeres viejas amigas
cuyo camino en la vida ha sido opuesto. Una es periodista y está integrada en
la sociedad, mientras la otra, Bea, lleva una vida distinta: fue víctima del
acoso paterno en su infancia, es una escritora frustrada, fracasa en su
matrimonio, se convierte en astróloga vocacional y busca un motivo que dé
sentido a su autodestrucción. Dos antítesis. Bea emprende un viaje a Hungría
para hallar el enigma de un autor, Tibor Pallag, al tener noticia de una novela
suya enigmática, El durmiente,
después de fracasar en su vida e incluso divorciarse. Allí irá buscando pistas,
encontrará a Sándor, con quien acaba relacionándose, y logra dar con el
paralelo de Adry, un viejo que ha vivido la guerra civil española y todos los
acontecimientos desde esos años al presente. Pero el viejo engendra una
compleja historia familiar anudada al manuscrito del siglo XVI, Speculum, como iba a llamar Galván a esta
novela en un principio, donde se inspira la novela de Pallag. El desenlace mostrará
todo un entramado formado por notas, cartas y escritos de Bea, cuyo destino ha
sido marcado por el encuentro con Adry.
Dice el texto de la contraportada
de la novela que estamos ante la novela más literaria de Galván. Nada más
incierto porque siempre ha sido cuidadoso con su prosa. Sí que estamos ante su
novela más introspectiva, más psicológica. Por medio de los escritos, sobre
todo de los capítulos pares, más extensos que los impares, se dibuja la
personalidad de una atormentada mujer, compleja, y obsesionada por el valor del
espejo. Borges nos habló de que los espejos nos devuelven la imagen de uno mismo.
Sin embargo, Galván pretende con su personaje Bea convertir al espejo en
expresión de un alter ego irreconocible para la consciencia, para cerrar la
reflexión sobre una vida y la búsqueda del sentido de la existencia. Ella lo
que desea es destruir los espejos para destruirse a sí misma. Sin abandonar la
indagación, se establece una intriga y el enigma: ¿para qué busca Bea la novela
de Pallag? La historia de la saga familiar de Adry nos revelará otra imagen
atormentada en un espejo, el de la propia novela que la otra mujer está
componiendo con los apuntes y notas recibidas.
Las seis partes del texto
fluctúan en paralelo entre el presente de la mujer y los escritos de Bea con la
historia de la búsqueda de la novela de Pallag. La obra está llena de referencias
al rock y a la literatura, traspasando los límites de la real para introducirse
en el puro espejismo de la propia vida reconstruida. El pensamiento
desarrollado permite un flujo mayor del lirismo y de la reflexión hasta dar a
la narración la morosidad necesaria para la comprensión de la autodestrucción
de Bea. Alternando descripciones, pensamientos y diálogos, desde la variedad de
registros, Galván crea un personaje impactante Bea, que acabará despertando el
remordimiento en su amiga.
Una novela a leer, como todas las
del autor, alejada de parámetros comerciales en todo momento, y con una cuidada
prosa, sobre la atracción del abismo y la autodestrucción, y con unos
ambientes, tanto exteriores como interiores, muy bien descritos. Galván sigue
firme y exhibe con mayor fuerza su talento narrativo con esta novela que, si
bien se aleja con un estilo pausado de buena parte de su producción anterior,
no deja de pertenecer al mundo de un autor a tener en cuenta siempre.
José Vicente Peiró
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