El trueno cae y se queda entre las hojas

sábado, 25 de mayo de 2024

 



Un ladrón particular

Diamantes negros

De Jimmy Entraigües

Valencia, Editorial Contrabando, 2024, 209 págs.

 

Tuve mi época de fanático de la novela negra. Cuando me enviaron obligatoriamente al oscuro Servicio Militar, el clima invernal ilerdense daba para pocas salidas a la ciudad y en mi oficina había un sillón mágico para la lectura. Era el año 1981 y la colección Club del Misterio me acompañó muchas tardes húmedas. Poco después seguí con esa afición, alimentada por el redescubrimiento del cine negro en blanco y negro, y pasé de Hammet y Chandler a Chester Himes, Jim Thompson y a esos atisbos del subgénero españoles de Andreu Martín y Juan Madrid. Benditos años de juventud.

Cito esto para advertir que cuando van pasando los años se olvida aquella etapa de sueños e ilusiones. Pero la literatura que te ha fascinado queda para siempre en la memoria. Aunque esté maltratada por modas de novelas publicadas en grandes editoriales que en aquellos tiempos no pasarían de novelas de quiosco de Bruguera. Siento una gran decepción con las que he leído en las últimas décadas, a veces cargadas de “yoísmo” o de opiniones que pretenden ser sociales y no son más que propias del pensamiento vacío o infantil en que nos toca vivir. Un asesinato puede ramificarse hacia muchas tramas pero cuando es un pretexto para contar otras historias me surgen preguntas: ¿debe servir la novela negra como capa literaria para esconder lo que se es incapaz de contar por no saber hilvanar un argumento si no existe un leit motiv? ¿O para evadirse? ¿O para no tener responsabilidades legales cuando se denuncia la corrupción política y empresarial?

Cabría reflexionar en tantas semanas negras organizadas en tantas ciudades si realmente estamos ante un auge del subgénero o simplemente ante un fenómeno comercial donde la cantidad tapa la falta de calidad literaria por la simpleza de la escritura. Y no entremos en las sagas de detectives: porque si existen tantos en el mundo podemos sufrir un empacho de concomitancias. Parece que muchos autores quieran ser George Simenon y algunos no llegan ni a Ellery Queen. Quizá el mundo quedaría despoblado con tanto asesinato en las novelas y series de hoy en día.

Por ello, es necesaria la renovación de la novela negra. Suena extraño decirlo cuando estamos ante su furibundo auge comercial sin el riesgo de sufrir una juicio inquisitorial que te condene a las cavernas de los críticos literarios a extinguir o al menos a ser marginados. Pero como uno trata de ser ex-céntrico, debe decirlo aunque sea “culturalmente incorrecto”.

Sin embargo, dentro de esta decadencia literaria del subgénero, siempre hay islas ricas en vergeles. A veces porque uno adquiere habilidades para elegir siguiendo su intuición o la trayectoria de un autor. Y a veces por pura casualidad o porque recibe el libro. Es lo que me ha ocurrido con Diamantes negros de Jimmy Entraigües. Él es todo un personaje periodístico valenciano. Aunque naciese en Buenos Aires en 1962, ha dado y da testimonio de la vida cultural de la tierra donde reside desde hace décadas con una buena pluma y un buen tino en sus elecciones. No es un periodista: es un cronista por medio del artículo. Por esta razón me interesó su novela desde el primer momento.

Diamantes negros es una historia policíaca, negra. De un peculiar ladrón de guante blanco experimentado que prepara el gran golpe que le permitirá vivir de rentas y a lo grande el resto de su vida. Y lo hace desde la sospecha de que en una joyería hay una sustanciosa colección de diamantes y joyas procedentes del mercado negro. Un delincuente que se plantea como un Robin Hood pero no como esos discutibles brutos chillones de la serie La casa de papel sino desde el sigilo discreto de quien esta fichado internacionalmente pero sale siempre airoso de las circunstancias. Sus atracos parten de su inteligencia en la planificación y en la capacidad de mostrar maleabilidad en sus planes. Por tanto, estamos ante un personaje, Rene Clemont, hábil y diferente, argentino plurinacional con una simpatía especial por ser un delincuente que pretende robar a otros delincuentes, pero sobre todo con una personalidad bien trazada en la novela: inteligente, práctico, cuidadoso medidor de cada paso, con sentido del humor y con peculiaridades muy singulares que el lector irá descubriendo a medida que lea la novela.

Al lado suyo respira un amplio coro de personajes que representan la idea y la derivación argumental escapando de que esta idea se convierta en tópico. La inspectora Castell es una profesional excelente, también con vida privada trazada en algunos párrafos solamente, y se sale del arquetipo de investigadora especializada en robos de patrimonio histórico para singularizar a quien debe utilizar estrategias con René entre una diversidad de alternativas. El inspector Bermúdez el típico empleado público a punto de jubilarse. Puchades es el político corrupto del “usted no sabe con quién está hablando” de toda la vida, pero ha de aguantar el sistema de libertades públicas de una democracia. Y así podríamos seguir enumerando: Montse, la pareja de René en esos años, el joyero Beltrán con todo su papel de distanciado intermediario, los abogados, entre ellos Sandra Lezama, un personaje maravilloso, con cobra una fortuna por su trabajo y que es una mujer libre sin prejuicios y con una suculenta actividad sexual, y sobre todo Daniel, el cómplice de René cuya torpeza provoca que el atraco se convierta en algo parecido a la película Tarde de perros de Sidney Lumet. Aunque hay más personajes secundarios que sirven de apoyo a la acción para lograr su verosimilitud.

Este coro de personajes está perfectamente ensamblado. La estructura de la novela va situando historias en paralelo, como un montaje cinematográfico, algo que domina Entraigües. Los tiempos se sitúan en paralelo pero da la impresión de seguir avanzando. Los cambios de espacio están muy logrados, sobre todo en la oposición entre el cerrado derivado del atraco y el abierto de la calle cortada durante el mismo. De esta forma, cada personaje en sí es una historia que confluye en un mar conjunto. Porque la inspectora Castell tiene su vida privada, contada magistralmente en apenas un apartado. En la narración destaca el encadenamiento deductivo con precisión, sobre todo en René para hallar una solución inmediata a cada detalle o suceso. ¿Y cómo no acabar una historia negra sin una resolución del crimen? Pues Entraigües le da una solución lógica pero siempre dentro de la construcción natural del relato.

Estamos ante una novela que permite recuperar la fe en el subgénero negro a quienes la hemos perdido hace años. Porque la acción es trepidante pero sin caer en la necesidad de que la novela “enganche”. Sin entrar en complejidades y haciendo fácil lo difícil para que el suspense tenga brillantez. Además, los personajes son tan humanos que nos enamoramos de ellos. Yo, en concreto, de Sandra Lezama, a quien me gustaría conocer y divertirme una tarde con ella contándome secretos de la vida. Aunque René sea muy atractivo y Castells muy hábil; gracias a qie ambos son tan inteligentes que abruman.

Pero sobre todo lo más destacable es la limpieza de la prosa y de estilo. Entraigües ha escrito con pulcritud y con precisión. Si, además, no deja un cabo suelto de los sucesos, el lector hallará también la diversión necesaria sin que le hagan caer en las trampas de la inconcreción. Es una novela muy bien escrita y con un uso del lenguaje muy medido de forma natural para que nada parezca inverosímil.

Gran novela esta Diamantes negros. Subgénero negro de verdad, no de mentiras. Quien roba a un ladrón, ¿tiene mil años de perdón?

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