El trueno cae y se queda entre las hojas

viernes, 19 de noviembre de 2010

Sobre la poesía actual

Esto lo conté en un congreso de Amigos de la Poesía de Valencia en junio de 2007. Lo he rescatado porque creo que es un texto que tiene vigencia. Aquí lo tenéis.

“¿Nuevas? tendencias de la poesía actual”. Lo planteamos con este interrogante porque a priori debemos examinar qué está ocurriendo en la lírica actual para recensionar los caminos más importantes de este principio del siglo XXI.

            El que la poesía es un hecho social queda fuera de toda duda. Otra cuestión es su importancia o su función en un período histórico concreto e inacabado con tantas turbulencias como el actual. La poesía actual no es un arma cargada de futuro, glosando a Gabriel Celaya, sino una lanza de combate espiritual contra la ideología materialista dominante, aunque la opinión extendida es que las ideologías murieron con la caída del Muro de Berlín, afirmación convertida más en un tópico común que en una certeza empírica. En un mundo donde el ritmo y los actos están marcados por el consumo y por la propiedad de objetos materiales, muchas veces inservibles o con unas utilidades escasamente aprovechadas, la poesía se ha convertido en un hecho social de rebeldía, o al menos en una impostura. Obsérvese en el sentido peyorativo de la palabra “poeta” en muchos medios de comunicación no culturales: el ex–jugador de fútbol Jorge Valdano es tildado por sus compañeros de profesión como “el poeta”, por su verbo florido, en ocasiones pedante, pero al menos dotado de metáforas. Por no hablar del desprestigio de la palabra en una sociedad dominada por la imagen al emplearse como sinónimo de pedantería o de arte lleno de arcanos indescifrables que de nada sirven para el día a día. Sea como sea, leer poesía es hacer algo “diferente” hoy en día: dedicarse a disfrutar de un hecho cultural despreciado por la mayoría pero enriquecedor para quien habita en sus moradas.

            Sin embargo, la poesía goza de magnífica salud. Otra cuestión es su aceptación social. Pero cada día hay más personas interesadas en la lírica, como lo demuestran tres aspectos: el aumento de recitales poéticos en las casas de cultura de los pueblos y ciudades y en otras entidades; la proliferación de talleres con gente interesada en aprender a construir buenos poemas o simplemente curiosos que se acercan a La Gaya Ciencia; y el descubrimiento de un nuevo soporte muy ajustado a las necesidades de la expresión poética actual, sobre todo la nueva, como es Internet. El aumento de la oralidad poética y del aprendizaje textual y técnico supone la transformación del lector medio de poesía en una persona con mayor competencia receptiva que en el pasado, y por tanto con capacidad creativa en cualquier momento en que la inspiración le llame. De la misma manera, el giro en el medio de publicación de los versos es digno a tener en cuenta para las futuras valoraciones literarias de nuestra época. Hoy en día, los blogs, las páginas webs personales o colectivas y el intercambio masivo de correspondencia favorecen la creación poética, porque un poema sí que encuentra posibles lectores en el ciberespacio, lo que no ocurre de forma semejante en la novela porque su extensión impide su lectura meditada y cómoda en un soporte electrónico. Así, en estos años han proliferado los nuevos poetas en Internet de forma que hoy en día es más sencillo para un autor novel publicar sus textos en la red que en un libro. Y si tenemos en cuenta que las buenas letras son independientes del medio que las sostenga, también Internet es un instrumento necesario y útil para la expresión poética actual.
            Pero, como dijo Borges, un intelectual no proporciona respuestas sino que establece interrogantes, creo que es necesario darnos cuenta de que hoy en día carecemos de una perspectiva cronística suficiente como para examinar la poesía actual con un aporte crítico alentador. Sin embargo sí que hay una característica común en la poesía actual: el individualismo. El poeta es un ser social y, por tanto, es persona de época y, como tal, refleja su modus vivendi. El individualismo imperante ha generado una poesía onanista, egocéntrica y solitaria. Ya es difícil que la solidaridad conlleve implicación: el hablante lírico suele ser testigo de lo que narra, incluso aun girando el discurso hacia sí mismo. Es una perspectiva propia del ser humano que trata de mostrarse al mundo, porque éste vive de espaldas a sus problemas, de ahí la imbricación de la poesía con la psicología del hombre actual. Y este “hablo de mí mismo, lanzándome a la búsqueda de alguien a quien mi personalidad le interese”, lo cual genera conflictos con los lectores, es el modelo poético más extendido. El poeta habla de sí mismo más que del objeto contemplado.
            Por otro lado, el afán de novedad poética es permanente, aun a sabiendas de que está todo prácticamente inventado. La poesía es como un ser vivo sometido a cambios constantes y un afán de novedad que en ocasiones roza ámbitos no precisamente artísticos. Sin embargo, la búsqueda de etiquetas acaba produciendo más una indefinición de tendencias que una clarificación de modos poéticos. La disparidad entre poesía de la experiencia y poética del silencio no se percibe de forma clara salvo por el lector iniciado. De esa forma, el lector medio seguirá acudiendo a un cantautor urbano como Joaquín Sabina para que le hable de lo que él conoce, y evitará visitar el terreno de quien le va a “complicar su existencia” citándole cuestiones que nada le incumben. La poesía del siglo XXI evita el enclaustramiento de la etiqueta y busca una expresión más libre y menos sometida a escuelas y rigores estéticos, por lo que el adjetivo es una mera etiqueta más que una corriente plenamente definida. Sin embargo, lo que expresó Jaime Siles en relación a poesía de los años ochenta, se vuelve a reproducir ahora: “lo que parecía inmovilismo de superficie” es en realidad “cambio de fondo y de forma en la profundidad”[1].
            Pero pasó la época de los novísimos y su ruptura con la poesía social, aunque el esteticismo se haya mantenido con los años y ahí prosiga vivo con Antonio Martínez Carrión o Guillermo Carnero como exponentes. Aquella iconoclastia sigue viva en algunos autores, y aunque no haya una ruptura radical sí se reforman los viejos modelos y se indagan en unos nuevos más personales. La poesía de la experiencia, el auge de la presencia poética femenina, el neopurismo y la poética del silencio, la poesía minimalista, el neoromanticismo, el sensismo, la poesía de la diferencia, el neosurrealismo, parecen sistemas del pasado lejano, cuando los autores que las cultivaron están en plena vigencia y son los reyes del espacio lírico español actual. Pero todas estas corrientes han dado como fruto una poesía individualista que sustituye el culturalismo de las generaciones anteriores por la vida personal, y que opta por los diarios y por todas las formas de expresión autobiográfica.
            En los últimos quince años el espacio poético está mediatizado por lo que Vicente Luis Mora denomina «poesía de la normalidad»[2] (antes Miguel Casado se había referido a un «lenguaje de lugar común» detectable en muchos de los poetas analizados en el prólogo a Mar interior[3]). Se trata de una serie de consignas más ambientales que escritas, a las que se deben acoger quienes quieran tener presencia editorial y reconocimiento crítico, derivadas básicamente de la poesía de la experiencia más epigonal, pero que han calado en casi todas las estéticas. Es por ello que ha surgido un tipo de poesía de estructura clara y cerrada en sí misma, con factura simbolista, referentes urbanos y burgueses, relacionada con la subjetividad del autor y emitida por un sujeto poético distanciado o «fingidor» que transmite su desencanto vital sin desgarros ni sentimentalismos. Se habla en un lenguaje coloquial próximo al lector medio en preocupaciones y nivel de accesibilidad, con lo cual si un poema no satisface al público no se debe a la impenetrabilidad de los códigos lingüísticos, sino a la escasa identificación con su contenido. La unificación también alcanza los rechazos: de lo metapoético, de cualquier técnica derivada de las vanguardias (corriente de conciencia, elementos visionarios e irracionales), del poema en prosa[4]. Sin embargo, estos rechazos no implican que los mismos autores reticentes a estos discursos acaben sumergidos en ellos. ¿Efecto de la indefinición del poeta en esta sociedad o en el mundo del negocio editorial?
Sin embargo, no son pocas las voces que hablan de una apertura hacia la pluralidad estética en la poesía joven en torno al cambio de milenio que se refleja, para empezar, en los referentes literarios: a las poéticas tradicionales se suman las de las literaturas europeas y americanas de la Modernidad, dándose una desestigmatización de las vanguardias meramente estética. Se atiende y trabaja sobre lo interdisciplinar (sobre todo la pintura, el cine y la música). En cada vez más autores se revitaliza la reflexión crítica sobre el hecho poético y el lenguaje[5].
En esta zona de diversidad encontramos una poesía no excluyente con unas líneas consecuentes en este siglo XXI recién nacido:

1) Una nueva dimensión de la poesía de la experiencia. Los poetas que siguen la línea experiencial lo hacen desde un mayor ahondamiento meditativo, con ciertas derivas irracionalistas (Alberto Tesán, Eduardo García, Luis Muñoz, García Casado, Andrés Neuman).

2) La extensión de una poesía de la introspección emocional y contemplativa, radicalmente subjetivizada, en los límites del existencialismo (Ada Salas, Ana Merino, Luisa Castro).

3) La búsqueda de una nueva materialidad del «objeto» lenguaje, con un planteamiento fusional: entre ética y estética; entre fuentes plásticas (cine, fotografía, televisión), entre la experiencia de lo cotidiano y los vínculos con el lenguaje (Niall Binns, Andrés Fisher).

4) El ahondamiento en una poesía de la contemplación meditativa y del entrañamiento con la naturaleza; una búsqueda que se mueve entre la captación de lo inefable, la apuesta por la imaginación y el rescate de una memoria visible o sumergida, cuyos referentes serían Claudio Rodríguez y la poesía anglosajona más entrañada con el paisaje representada por Wordsworth, Yeats o Thomas (Diego Doncel, José Luis Rey, Jordi Doce, Vicente Valero, Juan Abeleira).

5) La apuesta por la insurrección del lenguaje desde una conciencia crítica frente a la realidad. Línea precariamente transitada por la poesía de las últimas décadas y que ahora cobra fuerza en la obra crítica y poética de Antonio Méndez Rubio o Enrique Falcón.

La diversidad puede explicarse desde la crisis de los planteamientos de la globalización, la necesidad de asimilar las nuevas estructuras sociales y comunicativas (que han intensificado la posibilidad de intercambio cultural) o como respuesta instintiva al caos de la posmodernidad. En cualquier caso la heterodoxia cultural suele ser una buena noticia, como lo es que cada vez abunden más los poetas que se enfrentan a su época y a la escritura con lucidez e independencia.

Como conclusión entre esta línea heterogénea y difusa, carente de perspectiva temporal, encontramos una poesía que está viva. El individualismo que la sostiene es espejo de la sociedad en que vivimos, por lo que la poesía no está tan lejos de la realidad como se presume. No puede: está atada a ella porque es la vida la que la inspira. No son tan “malos tiempos para la lírica”, como cantaba el grupo vigués Golpes Bajos allá por 1983, pero sí que es cierto que tendrá que trabajar mucho para seguir ocupando el pequeño espacio que le prestan los medios de comunicación y la sociedad en que vivimos, a quienes sólo parecen importar los escándalos de un premio importante o las aventuras rosas de un poeta. La poesía tiene su sitio y ese sitio debe crecer: las trincheras sólo conducen a la derrota en una sociedad en constante cambio. Y quizá su futuro está en aprovechar los nuevos soportes que le brindan las nuevas tecnologías informáticas. Al fin y al cabo, ¿no hay también poesía en esos videojuegos tan despreciados por la intelectualidad dominante pero tan atractivos para nuestros jóvenes? ¿O acaso no habrá que salir a buscar la poesía y sus lectores en lugar de esperar a que la juventud acuda en masa a nuestra llamada metafórica? ¿O es que el porvenir de la poesía está en los medios que en el presente nos indican que caminamos hacia el futuro? Lo pensaremos.



[1] Jaime Siles: “Dinámica poética de la última década”, Madrid, Revista de Occidente 122-123, julio-agosto 1991, p. 152.
[2] Esta y muchas otras cuestiones se plantean de fondo y con espíritu de sana agitación en su Singularidades. Ética y poética de la literatura española actual, Madrid, Bartleby, 2006.
[3] Mar interior. Poetas de Castilla-La Mancha. Toledo, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2003.
[4] Una reflexión sobre su vigencia y una antología imprescindibles se encuentra en Marta Agudo y Carlos Jiménez Arribas, Campo abierto, Antología del poema en prosa en España (1990-2005), Barcelona, DVD, 2005.
[5] A. Kravietz y F. León proponen en La otra joven poesía española (Tarragona, Igitur, 2003) una nómina de jóvenes que, desde estéticas diversas, presentan una actitud comprometida (frente a posiciones neorrealistas) con la Modernidad literaria y una concepción de la poesía como vehículo de conocimiento metafísico y de indagación sobre el lenguaje. Por su parte, L. A. de Villena habla de los hijos de una alquimia entre la razón lógica y Orfeo en La lógica de Orfeo (Madrid, Visor, 2003).

2 comentarios:

  1. Difusión, trascendencia, en una palabra -aunque sea maldita-: consumo. Casi toda la poesía post-generación del 27 es un magma de autores de libros de pequeña tirada destinados endogámicamente al propio gremio, a los estudios académicos o la digestión crítica. Citas en tu texto a un nombre, fundamental desde el punto de vista de la poesía actual y de su propia difusión: Joaquín Sabina, sea cual sea la contribución de Benjamín Prado. Sus textos atraen muchos de los aspectos de la diversidad que mencionas: desde la experiencia, la intimidad, el vigor metafórico o la propia insurrección del lenguaje, dentro de un ambiente urbano muy reconocible, que es su verdadero gancho.
    Sabina es imprescindible en cualquier revisión de la poesía actual -como lo sería el Serrat de otra época-. Su trascendencia está determinada por como está empaquetada, su forma de consumo. La canción y la música como elementos populares que facilitan su memorización y repetición, incluso la congregación de grandes masas que dan a esa poesía casi condición de himno.
    Sólo quiero abrir una nueva línea de reflexión, sobre la que estoy seguro que tu perspicacia hallará nuevas iluminaciones.

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  2. Sigo diciendo que Joaquín Sabina se expresa sobre temas más trascendentes para el común que la mayor parte de poetas.
    Creo que a tu reflexión podemos añadir algo: ¿a quién le importa lo que diga un poeta que habla de sí mismo, de su experiencia o del conocimiento?

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