CUANDO LA PROSA ES INTENSA
César Simón. Edición de Miguel Catalán. Colección Papeles de prensa.
Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2003.
Dicen
algunas lenguas que el poeta debe escribir en verso y emplear recursos líricos
en abundancia con preferencia. Dicen que el poeta debe ser poeta y demostrarlo
cuando escribe en prosa. Hay poetas que no leen más que poesía. Pero, nadie
olvida los escritos críticos de Óscar Wilde, ni las magníficas memorias de
Alberti y de Neruda. Y son prosa. ¿Pero por qué los grandes poetas han escrito
páginas memorables en prosa breve? Por citar el ejemplo de un libro de reciente
aparición, José Hierro expuso su mejor teoría lírica en sus iniciáticos Guardados
en la sombra, pequeños ensayos muy elaborados sobre distintos temas. Y
podremos añadir otros ejemplos.
Valencia
cuenta con un articulismo periodístico muy digno; desde luego es una de las
escasas razones que nos empujan a abrir alguno de sus periódicos. No nos
referimos a aquellos autores que viven o publican en las ediciones de Madrid o
Barcelona, sino a los de Levante y Las Provincias y las ediciones
autonómicas de los diarios llamados “nacionales” con impropiedad. Es un placer
leer las columnas de Eduardo Alonso, María García-Lliberós, Carmen Amoraga,
César Gavela, Miquel Alberola, Vicente Muñoz Puelles, Alfons Cervera, Carlos
Marzal, etc., todos ellos grandes escritores.
Entre ellos se
encontraba César Simón (1932-1997), fiel reflejo de la capacidad del poeta de
obra consagrada para dibujar con trazo breve episodios de la vida que le rodea,
sin esa fiebre de la premura periodística de urgencia. Miguel Catalán, en una
edición de la Institució Alfons el Magnànim, presidida por el escritor Ricardo
Bellveser, ha sabido reconstruir y unificar una parte importante de los
artículos periodísticos de Simón, uno de los grandes poetas valencianos, de la
generación de los nacidos en los años treinta del siglo XX, con este volumen
titulado con el nombre del autor, que inaugura la colección Papeles de
prensa; una colección que pretende ir reuniendo el articulismo periodístico
valenciano de mayor calidad.
En esta
edición, nos adentramos en el César Simón que se siente testigo de la vida y de
la sociedad que gira a su alrededor, ante la que reivindica el derecho al
sosiego; su derecho a ser útil sin hacer nada, y como recuerda que dijo
Baudelaire, la literatura es un trabajo que con frecuencia consiste en no saber
hacer nada. Frases como ésta se repiten continuamente en los artículos
seleccionados, hasta generar aforismos filosóficos profundos. Por ello, el
antólogo Miguel Catalán nos ha ofrecido una selección que ilustra la maestría
de César Simón como articulista. Sus opiniones personales, su reivindicación
del silencio y del derecho a vivir en contemplación, la mirada irónica hacia
determinados aspectos y temas, y, sobre todo, el estilo medido -y comedido- de
quien se siente y se autorreivindica como poeta de vocación y actos.
Uno de los
aspectos más destacables de la antología es su división en partes por los
temas, que suelen, por otro lado, coincidir con alguna de las preocupaciones
del autor en su obra poética: “Del existir”, “Del convivir”, “De la
naturaleza”, “De libros y otros papeles”, “De la escritura”, “De los
escritores”, “De la política”, “De la intrahistoria”, “De las artes” y “Del
paso del tiempo”. No es necesario reiterar la idea de la independencia de sus
opiniones, pero sí subrayar las dos ideas que expresa Catalán en la breve
introducción: la originalidad y la forma cuidada de los artículos. Para los
amantes de la literatura, son muy atractivos los artículos de los apartados
sobre los libros, la escritura y los escritores.
En ocasiones,
los artículos aparecen sin fechar por problemas que señala el antólogo., con
las erratas corregidas, y remiten a hechos de la época que reconocimos como
vividos. Pero nosotros los vivimos apresuradamente, mientras César Simón los
detenía para examinarlos, evaluarlos y dictaminar su conclusión. La recurrencia
temática es abundante (el tiempo es un motivo permanente, casi obsesivo), pero
hay diferencia en el tratamiento en cada artículo. El resultado es su
intemporalidad y la sensación de que César Simón paró su alrededor, como Josué
hizo con el sol ante las murallas de Jericó, para extraer el jugo del detalle
cotidiano aparentemente ínfimo. De ahí su admiración por Azorín, Gabriel Miró y
Gil-Albert, o su preferencia por Kafka antes que por Borges, porque lo
importante es la expresión medida y justa: la propiedad en el empleo de la
palabra.
Cela afirmó
que a los siete años un mismo suceso era ya otro distinto. Con César Simón no
es así. A los casi veinte años cumplidos desde la aparición de muchos de estos
artículos, un suceso sigue siendo el mismo porque nuestro autor ha sabido
detener el tiempo con sus palabras. No a convertir el tiempo físico en tiempo
subjetivo, al estilo machadiano: para recoger el tiempo pasado y el posiblemente
futuro en el presente con el objeto de sujetarlo y gozar del instante. Lo
cierto es que las opiniones transcienden y son actuales plenamente. No ya por
ingeniosas -que lo son-, sino por la alta calidad de las reflexiones. Persigamos la prosa
breve de los grandes poetas, y encontraremos las claves de su universo. Como
ocurre con César Simón.
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