El trueno cae y se queda entre las hojas

martes, 5 de junio de 2012

Homenaje a un amigo, a un levantinista alma de nuestra voz


Amigo Ximo, amigos todos:

            Por desgracia, esas obligaciones paternales que tú bien conoces me han impedido estar presente con mis amigos en esta cena de homenaje a tu trabajo y a tu persona. Es lo que tiene ejercer de taxista cuando tu hijo practica ese deporte que nos une llamado fútbol. Mis manos están en el volante de mi coche yendo hacia Alicante pero mi espíritu está con vosotros esta noche.
            Aunque a nosotros no nos une el fútbol. Nos une algo que es mucho más que el fútbol: nuestro Levante Unión Deportiva. No nos unen once jugadores más los suplentes persiguiendo el ansiado gol que nos haga felices, sino un sentimiento común que va mucho más lejos de la asistencia a nuestro templo, el Ciutat de València, que para mí siempre tendrá como nombre el primigenio de Antonio Román.
            Allá a finales de 2006. En una época donde, por desgracia, tenía bastante tiempo libre a causa de un problema de salud, me aficioné a los foros levantinistas. He sido un levantinista silencioso, y afortunadamente he vuelto a serlo después de unos años de participación activa en los acontecimientos de este club. Da la casualidad que han coincidido durante estos años los mejores momentos deportivos del club y los peores en el ámbito social y económico. Ahora ya he vuelto a ser el aficionado silencioso de siempre, uno de los que asiste a todos los partidos acompañado de alguno de sus familiares, antes mi padre, luego mi hermano y ahora mi hijo, pero no olvido todo lo que vivido durante estos años.
Entre esos momentos felices de mi mayor implicación en el levantinismo, uno de los mejores, si no el mejor, fue descubrir Levantemanía, una web donde podíamos encontrar toda la expresión del levantinismo libre, el llamado “no oficial”. Era una web donde leíamos a nuestras grandes firmas del pensamiento de nuestro sentimiento común. Era una web con un foro donde no se insultaba a quien discrepaba, donde la educación era su tarjeta de visita y donde había una camaradería ejemplar.
A partir de ahí, os conocí en aquella cena de julio de 2007 en “La Alegría de la Huerta” con “La Voz Granota” de Antonio Descalzo por bandera. A pesar del escalope zapatilla y las patatas duras, fue una noche entrañable por haber conocido a gente maravillosa que ya fueron amigos para siempre: Abelardo, Manolo Peris, Paco Villaescusa, Pepe Lacueva, Alfonso, Raúl, y tantos otros que no voy a citar porque la memoria es frágil y falla más de lo deseado. Pero tampoco se me olvidan esas llamadas de Antonio Descalzo a la hora de comer, para comentar aspectos de nuestro Levante.
En esa cena conocí personalmente al gran jefe: a D. Ximo Lacueva. Ya lo conocía de vista, como a tantos otros, porque con los poquitos levantinistas que éramos… Pero nunca había hablado con él. Más alto que yo, grácil y tranquilo, atento y firme en su expresión. Una persona que me pareció sensata, educada y cordial, claramente generosa nada más hablar con él. Más tarde, en otra cena “descalciana” conocí a Mari Ángeles, a quien le di las gracias por tener el marido que tiene… o a lo mejor no tenía que haberlo hecho y debía haberme limitado a darle la enhorabuena por su heroísmo al aguantarlo tantos años… a él y al Levante.
Eran épocas duras para el club. Levantemanía nos permitía desahogarnos contra las tinieblas que cubrían nuestro Levante. También nos daba cancha a la discusión en un tono amable y amistoso. Gracias a Levantemanía podíamos ejercer el noble arte de la discrepancia y el intercambio de opiniones sin sentirnos ofendidos. Discutiendo, hacíamos amigos y no enemigos, y eso no tiene precio en una sociedad donde todo se valora con números, y no con gestos humanos, y es difícil entender la idea de la tolerancia.
Ahora nos quedamos sin Levantemanía. Todo evoluciona muy rápido. Las redes sociales se comieron a los foros. La propia situación estable del club no nos deja tampoco mucho pie para la denuncia de posibles desastres. La evolución positiva del Levante en lo deportivo deja poco pie a la crítica, a pesar de que seguimos vislumbrando ciertos defectos estructurales históricos, entre ellos algo de oscurantismo en algunos temas y algunos gestos donde falta un mínimo de sensibilidad. Pero ahora mismo el Levante empieza a ser ese club por el que luchamos, sobre todo desde Levantemanía, y queremos que siga creciendo para ser respetado.
Seguimos sintiendo Levantemanía como nuestra casa. Esté o no esté presente, seguirá estando viva. Echaré de menos ese mensaje donde Ximo me recordaba que había que hacer la quiniela todas las semanas, y yo, con mi falta de tiempo habitual y mi despiste general, ignoraba en más ocasiones de las deseadas… aunque no era el único, parece ser. Añoraré el poder enviar algún mensaje privado a algún amigo o las fotos que Paco Villaescusa colgaba en el foro para complacencia de todos, algunas fotos a veces desenfocadas (perdóname, amigo Paco).
Pero la historia permite la supervivencia de nuestros actos. Levantemanía vive. No existirá físicamente, pero vive en todos los que hemos participado  gracias al enorme trabajo de Ximo Lacueva, una persona a la que, si algún día el Levante empieza a ser agradecido con quienes han trabajado generosamente por el bien del club, debería concederle la mayor condecoración posible, en forma de insignia o lo que sea.
Si no debemos olvidar de dónde venimos para mantener nuestra identidad histórica, no debemos olvidar nunca el trabajo realizado por Ximo y Levantemanía. La web sería suya pero su contenido era de todos. Y no hay nada más bonito en este mundo como el que esos “todos” te reconozcamos la deuda humana que tenemos contigo. Eres historia viva del Levante gracias a Levantemanía, no lo olvides nunca. Y no olvides conservar todos los archivos, que siempre serán testimonio del levantinismo el día en que tengamos nuestro museo de una vez.
Siempre estaremos contigo, Ximo. Siempre estará Levantemanía con nosotros.
Muchas gracias de corazón, Ximo. Amigo. Nuestro amigo.

José Vicente Peiró


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