Aprovechando los nuevos sistemas de comunicación informáticos, he tenido la suerte de entrar en contacto con algunos escritores paraguayos para mí desconocidos aún porque han publicado sus primeras obras desde 2008 hasta el presente. Es una suerte poder estar al día en las ediciones paraguayas y con los creadores recientes gracias a las posibilidades que nos brinda Internet. Si hace una década fue el correo electrónico y la apertura de páginas web y portales de trabajo lo que nos abrió este campo de conocimiento, ahora son las llamadas redes sociales quienes nos permiten el intercambio de información y el contacto vivo y permanente con las nuevas voces de la literatura paraguaya. Aquí tenemos un ejemplo del buen uso pedagógico y científico que nos pueden brindar esos instrumentos que son demoníacos para quien no sabe usarlos.
Una de ellas ha sido Bella Victoria Acosta. Algo llama la atención: no es una escritora de Asunción. Nació en la colonia Hoenau, en Encarnación, y vive en Ciudad del Este. Una grata noticia esta ampliación del espacio literario paraguayo. Ya no estamos aquí ante una autora capitalina, o como mucho de Villarrica o de Encarnación, donde destacó e impulsó la creación literaria la tristemente fallecida Lucía Scosceria, o casos aislados como Chiquita Barreto en Coronel Oviedo. Es muy importante para la literatura paraguaya el que no sea Asunción su casi único protagonista: hay que expandir la creación y la edición por todo el país, aunque es obvio que Asunción siempre centrará los esfuerzos por ser su capital administrativa y cultural.
Bella Victoria Acosta ha publicado dos novelas: El rescate de mi niña (2008) y El clamor de las doncellas (2009). No son obras donde se busquen alardes literarios, aunque se consigan: el objetivo de la autora es contar historias, tanto vividas como escuchadas, y con ellas darnos unas narraciones puras e interesantes que, a su vez, rindan homenaje a la vida femenina en la historia paraguaya. Acosta no presenta virtuosismos estilísticos o formales; se limita a contar, en una clara reivindicación de la narratividad pura, lineal aun siendo consciente de la necesidad de dar saltos en el tiempo por medio de elipsis, prolepsis y retrospecciones. Este manejo cronístico es uno de sus méritos, junto al universo temático desplegado. Novelas bien escritas, donde sorprende el diálogo entre lo coloquial y lo culto, muestran un afán por retornar a un concepto comprensivo del discurso dirigido hacia un público amplio ávido de experiencias literarias sencillas. Por estos motivos, en ocasiones se recurre a recursos retóricos propios de la mejor novela decimonónica, lo cual, en lugar de restar valor al texto, le permite conseguir los efectos deseados, sobre todo uno: la concienciación del lector sobre un problema de raíces históricas como es el del machismo antiético en la sociedad paraguaya.
La primera novela, El rescate de mi niña, se encuentra en la línea de otras creaciones paraguayas de rememoración de la infancia y del aprendizaje de una protagonista observadora permanente de las restricciones impuestas por la sociedad en que ha de madurar. En seguida nos viene a la mente La niña que perdí en el circo de Raquel Saguier cuando leemos la novela de Bella Victoria Acosta. Sin embargo, aun siendo de la misma línea argumental, hay diferencias notables en el discurso: el intimismo y la ironía de Raquel Saguier, en el caso de Acosta se convierten en representación de sucesos pura y de reivindicación de la narratividad.
El subtítulo nos indica la intención de la obra: “Cara a cara con las heridas infantiles”. El rescate de la niña se produce después del buceo en el pasado y el ajuste con determinados acontecimientos que han marcado a la narradora. Esa inocencia infantil está invadida por el pensamiento adulto. La narradora se encuentra escribiendo una novela romántica sobre una mujer que había perdido el corazón y en cierta medida la razón. Una novela destinada a las mujeres que espera ser leída por los hombres. Y así, desde ese planteamiento metaliterario, conversa con Pilar, la verdadera protagonista, para seguir con su historia; la historia de su saga que comienza cuando Manuel llega al Paraguay en la primera década de 1900 desde Montevideo. Allí inicia una vida y va ensanchando su patrimonio, pero es un mujeriego empedernido que da un hijo a cada una de sus nuevas compañeras. Sin embargo, logra ganarse el corazón de Epifanía pero es con Magdalena con quien encuentra la felicidad.
Muy interesantes son los capítulos donde colisionan la historia familiar y la política del país. El padre de la protagonista pertenece al Partido Liberal y se convierte en una oveja negra para el régimen. Recibe la acusación de comunista, es apresado. Empieza la desdicha familiar, sobre todo de su esposa Edda. El perdón a Manuel está condicionado a su exilio, con lo cual ha de emprender una nueva vida. Al final, se produce el retorno pero ya nada va a ser igual: la vida familiar ha quedado marcada. Las heridas siguen vivas siempre.
El clamor de las doncellas es una obra inspirada en hechos reales: las sistemáticas violaciones de mujeres durante la revolución de 1947. Bajo una estructura testimonial, la protagonista Vidalina reivindica con hechos la necesidad de la libertad femenina. Dividida en tres partes, en la primera se pone en cuestión la costumbre de la imposición del matrimonio por parte paterna. Vidalina ha de seguir la obligatoria costumbre de acceder a una boda no deseada. Su amor hacia Tomás ha de pasar el olvido porque su padre le concierta el casamiento con el hijo de su patrón. De esa manera, garantizará la estabilidad familiar a costa del sacrificio de la hija: Abraham ha de sacrificar a su descendiente para complacer al señor. De ahí que la autora ponga en entredicho un sistema moral situado por encima de la libre elección de la mujer. Esta situación empuja a Vidalina a la huida al final de esta primera parte.
La segunda es la más interesante sin lugar a dudas. Nos sitúa en la revolución de 1947 y las vejaciones sufridas por las mujeres. Isabel y Lina son víctimas de un rapto por parte de unos revolucionarios. El machismo denunciado no es una descarga de acusaciones contra el hombre. Ante esta violencia retratada, la autora propone la prevalencia de la decisión por sí misma de la mujer. Y la tercera transcurre en la década de los setenta, donde Vidalina regresa a su tierra, contempla el paso del tiempo o la muerte de quien la rodea, y acaba viviendo en Argentina, lejos de la opresión sufrida.
En suma, tres situaciones de represiones hacia la mujer: la familiar con el matrimonio no deseado, la física y social con la sistemática violación, y la psicológica que provoca la escapatoria hacia otro mundo en el que renacer. La mujer sufre una violencia en todos los ámbitos porque desde su nacimiento ha de soportar un matrimonio no deseado cuando es apenas una adolescente, y la sociedad ve como normal las violaciones sufridas. Deja unas huellas para la eternidad. Sin embargo, la fortaleza psicológica de Vidalina le permite salir adelante y superar las pruebas de la adversidad.
Ambas novelas mantienen un mismo estilo. La autora mezcla el lenguaje coloquial, el estándar y el culto sin que uno sobresalga sobre otro. Aun así, El clamor de las doncellas es una novela mucho más completa por su carga, su estructura trimembre alrededor de un mismo tema y de una protagonista en permanente movimiento, y el desarrollo lineal del espacio y del tiempo, mucho mejor trazado que en la primera novela, llena de saltos y con un carácter retrospectivo donde la memoria ejerce su peso sobre el discurso. El clamor de las doncellas no es una novela histórica, aunque la intrahistoria tenga en ella su fundamento temático: es una obra de denuncia de la realidad histórica de la mujer en Paraguay. Va mucho más allá de los acontecimientos para convertirse en un retrato de una postración histórica a superar en el presente. De ahí la finalidad utilitaria de la obra, en defensa de una ética donde un género no domine al otro.
Bella Victoria Acosta es un nuevo valor descubierto. Posee su propio estilo, su definición literaria reivindicativa, sus peculiaridades y su voluntad de perseguir a la conciencia del lector. Se podría reprocharle que dé explicaciones solicitando benevolencia por haber creado una estructura con un número de personajes amplio en El clamor de las doncellas; no es necesario dar una justificación por haber dado un empaque más literario. Porque en esta acumulación de personajes e inquietudes es donde se encuentra su mejor prosa precisamente.
Estemos atentos a sus posteriores creaciones. Si mantiene su tono, e incluso lo mejora depurando algunos términos vulgares de su discurso culto, podríamos tener una de las voces más sugerentes de la novela paraguaya del siglo XXI. Porque su talento queda demostrado con El rescate de mi niña y El clamor de las doncellas.
José Vicente Peiró Barco