UN HITO DIDÁCTICO DE LA CIENCIA-FICCIÓN DE
ANTICIPACIÓN: EL MECANOSCRITO DEL SEGUNDO
ORIGEN DE MANUEL DE PEDROLO
Posiblemente la consideración de la
ciencia-ficción como subgénero “menor”, entendido ello como letras de escasa
enjundia literaria por su lejanía de la realidad, ha menospreciado a uno de los
autores más brillantes del panorama de las letras españolas en catalán como es
Manuel de Pedrolo (1918-1990), y sobre todo a una de sus obras que ya es un
clásico del siglo XX: El mecanoscrito del segundo origen. Cierto es
sabido que la ciencia-ficción no ha sido bien tratada por el canon literario
peninsular, aunque esta obra posiblemente sea el título más divulgado en el
subgénero en la historia de la literatura catalana, en una lengua donde
destacan en esta vertiente autores como Pere Verdaguer o Montserrat Julió. Publicada
en una colección de literatura juvenil allá en noviembre de 1974, en El
trapezi, desde entonces se ha reeditado continuamente, adaptada al cómic y
a la radio y la televisión, hasta ser considerada de lectura obligatoria en el
ámbito adolescente. Incluso el 11 de diciembre de 2007 se anunció el acuerdo de
la Fundación Manuel de Pedrolo para su adaptación cinematográfica en catalán.
Manuel de Pedrolo es un autor con
una historia muy singular. Poeta en sus inicios y reconocido dramaturgo,
aficionado al aforismo con el mérito de haber sido uno de los primeros en
advertir que el nuevo púlpito eclesiástico se llama televisión, y que la
función de ambos era crear seres conformistas, comenzó su trayectoria narrativa
con los cuentos de El premi literari i més coses en 1953. Curiosamente,
en este libro está su primera aproximación a la ciencia-ficción, cuando era
casi un pecado literario escribir relatos del subgénero salvo que el autor se
dedicara a ganarse el pan con la literatura de kiosco. Se trata del relato
“Transformació de la ciutat”, cuya trama versa acerca de un hombre capaz de
cambiar objetos de lugar hasta crear el caos en Barcelona, anticipándose en
casi medio siglo al argumento de la película titulada Dark city (1998)
de Alex Proyas. Desde entonces, Pedrolo apostó por el fantástico en todos sus
libros de relatos. Así, a “Temps simultanis”, relato de cinco historias
distintas pero simultáneas, incluido en Un món per a tothom (1956), siguieron
otros como “El camí”, “L’origen de les coses”, “Les civilitzacions són
mortals”, “Darrer comunicat de la Terra”, “Fragmentària”, “Asèl.lia”, “La doble
plaça de les doncelles” o “El bon ciutadà”. Sus cuatro libros escritos entre
1973 y 1979, Mecanoscrito
del segundo origen, Trayecto final, Aquesta matinada i potser per sempre
y Successimultani,
forman el núcleo central de la ciencia-ficción de Pedrolo. Es por ello un autor
cuyo nombre figura –y debe figurar- en los trabajos críticos más importantes sobre
la ciencia-ficción en España.
La mayoría de los relatos de Pedroso se adscriben a la vertiente
denominada de anticipación; término
que utilizó Herbert George Wells por primera vez en 1900 en su obra Anticipations para distinguir del resto
de obras de ciencia-ficción a aquellas cuya intención fundamental era
concienciar para "evitar el nefasto futuro que a él le parecía inevitable
si los hombres no planean otro mejor, y qué hacer para que el futuro mejor se
haga realidad"[1]. Pedrolo adquiere la
esencia de este concepto concienciador para analizar la conducta humana dentro
de un marco localizado en el futuro o en otras galaxias, con el que denunciar
el destino de un mundo dominado en exceso por la técnica y por el
cientificismo, advirtiendo lo que estamos contemplando hoy en día: el exceso de
sumisión a la técnica convierte al ser humano en esclavo de su endiosamiento y
su poder creador. Sus argumentos han discurrido desde la parábola pesimista
sobre la libertad de “El camí”, la fundación de una nueva utopía ante la
imposibilidad del regreso al punto de partida en “L’origen de les coses”, a la
narración del último hombre en la Tierra, después de que se envíe a toda la
humanidad al futuro ante la inminencia de una guerra total en “Darrer comunicat
de la Terra”.
El Mecanoscrito narra la
aventura de Alba, una chica de catorce años, y Dídac, niño de ocho, tras
sobrevivir por encontrarse bajo el agua a un ataque extraterrestre que ha
aniquilado prácticamente toda la vida en la Tierra. Sólo las aves han resistido
al ataque. Los que han sobrevivido son salvajes o han caído en la locura,
mientras ellos han podido salvar los libros al llegar a Barcelona. Los jóvenes
piensan que su misión es repoblar el planeta y se deciden a perpetuar la
especie. Cuando Dídac tiene doce años y Alba diecisiete, tienen un hijo, y él
muere poco después. En el apéndice, el editor del futuro resuelve la cuestión
planteada; será Alba la madre de la nueva humanidad o el mecanoscrito una
muestra de la literatura de ciencia-ficción.
Estamos en el fondo ante un
replanteamiento del mito adánico. Dídac y Alba son los nuevos Adán y Eva, algo
hermoso, según ellos expresan en sus diálogos. Deberán reconstruir una
civilización destruida por su propia insignificancia en el universo. El paraíso
es la Tierra, a pesar de la desaparición del ser humano sobre su superficie.
Dídac y Alba se plantean la misión de perpetuar la especie y reiniciar una
nueva existencia distinta. Y ello deriva hacia una tesis: la necesidad de una
reconstrucción terráquea que permita el nacimiento y desarrollo de un mundo más
equilibrado. De ahí que Dídac y Alba sean los protagonistas del segundo origen
de la humanidad al que alude el título del relato.
Este carácter genesíaco del relato
contrasta con el paisaje apocalíptico que contemplan a medida que se acercan a
Barcelona. El espacio conocido y tangible, el de la ciudad con su cinturón de
poblaciones limítrofes, contrasta con el vacío y destrucción que ofrece a la
llegada de los protagonistas. Ésta sí es una ciudad poblada de más de un millón
de cadáveres, retomando parte del verso de Dámaso Alonso. La fuerza de las
descripciones metafóricas de Pedrolo está en una posición más sublime de la
habitual adscripción a la literatura juvenil de esta novela: nada más lejos de
una estética o un destinatario adolescente la simbología de una ciudad donde
sobreviven sólo las moscas sobre las carnes porcinas, por ejemplo. El que la
obra sea legible para un joven, no es sinónimo tampoco de creación literaria
menor.
Es entonces, en el encuentro con la
ciudad desértica, cuando las fuerzas de lo interno de los personajes y lo ajeno
colisionan entre su aspecto fantasmagórico. La fantasía llega a transformarse
en terror y el elemento sobrenatural originador de la historia queda en un
plano marginal porque en ese momento es la atmósfera pura de ciencia-ficción.
Lo fantástico-maravilloso, que según Tzvetan Todorov era aquel relato que se
presenta como fantástico pero que termina con la aceptación de lo sobrenatural[2],
se aplica aquí a la ciencia-ficción destilada: la aparición del elemento
sobrenatural, los extraterrestres, ha conllevado la destrucción del orden
humano, pero las consecuencias del apocalipsis han dejado a los escasos
supervivientes en una desnudez animal alejada de factores irracionales, en la
pura demencia. Sólo el exterminio de la población permite la existencia de
alimentos para la supervivencia. El afán de salvar los obstáculos a
enfrentarse, y el encuentro con la muerte tanto en la escena del asesinato del
extraterrestre como en el encuentro con los cientos de cadáveres y de
automóviles en Barcelona, coincide con el momento de iniciación a la vida de
los protagonistas: descubren que todo es mortal; la inexistencia de la
eternidad. Los libros les permiten aprender algo más: son sus verdaderos
maestros. Iniciado el aprendizaje, y tomando Pedrolo elementos sustanciales del
Bildungsroman o novela iniciática, a
medida que crecen es cuando empiezan a sentir los deseos de ser adultos, desde
cuando Alba queda prendada por un bikini blanco hasta que se declaran amor y
mantienen su primera relación sexual en el capítulo cuarto, donde aparece una
terrible frase del pensamiento de Dídac: “le angustiaba la monstruosa certeza
de que eran felices sobre una montaña de cadáveres”. El viaje que les conduce a
Italia simboliza ese proceso de iniciación, así como su culminación es el
encuentro con otros seres humanos vivos y el enfrentamiento con el mal, puesto
que en realidad están ante dementes.
Destaca en buena medida el feminismo
de la obra. Es Alba la que salva a Dídac, permite que la humanidad no
desaparezca, cuida de él cuando enferma, y es quien toma las decisiones
importantes, como la correspondiente a la plantación de semillas en el huerto
de la masía que encuentran después de la curación del protagonista. Si a ellos
añadimos que Dídac es de raza negra, somos conscientes de que estamos ante una
obra donde se reivindica a los colectivos de población que históricamente han
sido marginados, como las mujeres y los negros. Las estructuras comunes en las
ficciones que sirvieron para aleccionarnos a las generaciones nacidas hasta los
años setenta son quebrantadas por la obra de Pedrolo, al situar como
protagonista a una mujer y al revelar el despertar sexual de la adolescencia
como un hecho natural reivindicado por ser, además, la salvación de una raza la
humana, que así podrá construir una utopía: un mundo mejor. La obra aboga por
la didáctica: por la defensa de la idea de la necesidad de una reconstrucción
pensada desde los universos colonizados por un pensamiento dominante que ha
contribuido a la caída de la humanidad, bajo el prisma del docere et delectare clásico. Por eso, los libros son la salvación
para la pareja superviviente al holocausto de los extraterrestres.
Sin embargo, el final derivado del
desenlace de Dídac obliga a plantear un posible tabú: que Alba cometiera
incesto con su hijo Mar y de ese incesto naciera la humanidad. Es una inversión
del incesto de Edipo, que no del mito, puesto que Alba se sacrifica para
beneficio de la humanidad, no por motivos sentimentales o por complejos
psicológicos. El epílogo confronta dos posturas contrarias sobre el origen del
mecanoscrito: el que lo narrado en los cuatro cuadernos del Mecanoscrito revele el adanismo de Alba,
frente a la posibilidad de que el lector se encuentre frente a un texto de lo
que “los antiguos llamaban ciencia-ficción”. El desenlace queda demostrado
suficientemente… pero en ello radica el carácter mágico de esta fantástica
narración fantástica.
José Vicente Peiró
No hay comentarios:
Publicar un comentario