El trueno cae y se queda entre las hojas

viernes, 21 de febrero de 2014

UN HITO DIDÁCTICO DE LA CIENCIA-FICCIÓN DE ANTICIPACIÓN: EL MECANOSCRITO DEL SEGUNDO ORIGEN DE MANUEL DE PEDROLO
            Posiblemente la consideración de la ciencia-ficción como subgénero “menor”, entendido ello como letras de escasa enjundia literaria por su lejanía de la realidad, ha menospreciado a uno de los autores más brillantes del panorama de las letras españolas en catalán como es Manuel de Pedrolo (1918-1990), y sobre todo a una de sus obras que ya es un clásico del siglo XX: El mecanoscrito del segundo origen. Cierto es sabido que la ciencia-ficción no ha sido bien tratada por el canon literario peninsular, aunque esta obra posiblemente sea el título más divulgado en el subgénero en la historia de la literatura catalana, en una lengua donde destacan en esta vertiente autores como Pere Verdaguer o Montserrat Julió. Publicada en una colección de literatura juvenil allá en noviembre de 1974, en El trapezi, desde entonces se ha reeditado continuamente, adaptada al cómic y a la radio y la televisión, hasta ser considerada de lectura obligatoria en el ámbito adolescente. Incluso el 11 de diciembre de 2007 se anunció el acuerdo de la Fundación Manuel de Pedrolo para su adaptación cinematográfica en catalán.
            Manuel de Pedrolo es un autor con una historia muy singular. Poeta en sus inicios y reconocido dramaturgo, aficionado al aforismo con el mérito de haber sido uno de los primeros en advertir que el nuevo púlpito eclesiástico se llama televisión, y que la función de ambos era crear seres conformistas, comenzó su trayectoria narrativa con los cuentos de El premi literari i més coses en 1953. Curiosamente, en este libro está su primera aproximación a la ciencia-ficción, cuando era casi un pecado literario escribir relatos del subgénero salvo que el autor se dedicara a ganarse el pan con la literatura de kiosco. Se trata del relato “Transformació de la ciutat”, cuya trama versa acerca de un hombre capaz de cambiar objetos de lugar hasta crear el caos en Barcelona, anticipándose en casi medio siglo al argumento de la película titulada Dark city (1998) de Alex Proyas. Desde entonces, Pedrolo apostó por el fantástico en todos sus libros de relatos. Así, a “Temps simultanis”, relato de cinco historias distintas pero simultáneas, incluido en Un món per a tothom (1956), siguieron otros como “El camí”, “L’origen de les coses”, “Les civilitzacions són mortals”, “Darrer comunicat de la Terra”, “Fragmentària”, “Asèl.lia”, “La doble plaça de les doncelles” o “El bon ciutadà”. Sus cuatro libros escritos entre 1973 y 1979, Mecanoscrito del segundo origen, Trayecto final, Aquesta matinada i potser per sempre y Successimultani, forman el núcleo central de la ciencia-ficción de Pedrolo. Es por ello un autor cuyo nombre figura ­–y debe figurar- en los trabajos críticos más importantes sobre la ciencia-ficción en España.
La mayoría de los relatos de Pedroso se adscriben a la vertiente denominada de anticipación; término que utilizó Herbert George Wells por primera vez en 1900 en su obra Anticipations para distinguir del resto de obras de ciencia-ficción a aquellas cuya intención fundamental era concienciar para "evitar el nefasto futuro que a él le parecía inevitable si los hombres no planean otro mejor, y qué hacer para que el futuro mejor se haga realidad"[1]. Pedrolo adquiere la esencia de este concepto concienciador para analizar la conducta humana dentro de un marco localizado en el futuro o en otras galaxias, con el que denunciar el destino de un mundo dominado en exceso por la técnica y por el cientificismo, advirtiendo lo que estamos contemplando hoy en día: el exceso de sumisión a la técnica convierte al ser humano en esclavo de su endiosamiento y su poder creador. Sus argumentos han discurrido desde la parábola pesimista sobre la libertad de “El camí”, la fundación de una nueva utopía ante la imposibilidad del regreso al punto de partida en “L’origen de les coses”, a la narración del último hombre en la Tierra, después de que se envíe a toda la humanidad al futuro ante la inminencia de una guerra total en “Darrer comunicat de la Terra”.
            El Mecanoscrito narra la aventura de Alba, una chica de catorce años, y Dídac, niño de ocho, tras sobrevivir por encontrarse bajo el agua a un ataque extraterrestre que ha aniquilado prácticamente toda la vida en la Tierra. Sólo las aves han resistido al ataque. Los que han sobrevivido son salvajes o han caído en la locura, mientras ellos han podido salvar los libros al llegar a Barcelona. Los jóvenes piensan que su misión es repoblar el planeta y se deciden a perpetuar la especie. Cuando Dídac tiene doce años y Alba diecisiete, tienen un hijo, y él muere poco después. En el apéndice, el editor del futuro resuelve la cuestión planteada; será Alba la madre de la nueva humanidad o el mecanoscrito una muestra de la literatura de ciencia-ficción.
            Estamos en el fondo ante un replanteamiento del mito adánico. Dídac y Alba son los nuevos Adán y Eva, algo hermoso, según ellos expresan en sus diálogos. Deberán reconstruir una civilización destruida por su propia insignificancia en el universo. El paraíso es la Tierra, a pesar de la desaparición del ser humano sobre su superficie. Dídac y Alba se plantean la misión de perpetuar la especie y reiniciar una nueva existencia distinta. Y ello deriva hacia una tesis: la necesidad de una reconstrucción terráquea que permita el nacimiento y desarrollo de un mundo más equilibrado. De ahí que Dídac y Alba sean los protagonistas del segundo origen de la humanidad al que alude el título del relato.
            Este carácter genesíaco del relato contrasta con el paisaje apocalíptico que contemplan a medida que se acercan a Barcelona. El espacio conocido y tangible, el de la ciudad con su cinturón de poblaciones limítrofes, contrasta con el vacío y destrucción que ofrece a la llegada de los protagonistas. Ésta sí es una ciudad poblada de más de un millón de cadáveres, retomando parte del verso de Dámaso Alonso. La fuerza de las descripciones metafóricas de Pedrolo está en una posición más sublime de la habitual adscripción a la literatura juvenil de esta novela: nada más lejos de una estética o un destinatario adolescente la simbología de una ciudad donde sobreviven sólo las moscas sobre las carnes porcinas, por ejemplo. El que la obra sea legible para un joven, no es sinónimo tampoco de creación literaria menor.
            Es entonces, en el encuentro con la ciudad desértica, cuando las fuerzas de lo interno de los personajes y lo ajeno colisionan entre su aspecto fantasmagórico. La fantasía llega a transformarse en terror y el elemento sobrenatural originador de la historia queda en un plano marginal porque en ese momento es la atmósfera pura de ciencia-ficción. Lo fantástico-maravilloso, que según Tzvetan Todorov era aquel relato que se presenta como fantástico pero que termina con la aceptación de lo sobrenatural[2], se aplica aquí a la ciencia-ficción destilada: la aparición del elemento sobrenatural, los extraterrestres, ha conllevado la destrucción del orden humano, pero las consecuencias del apocalipsis han dejado a los escasos supervivientes en una desnudez animal alejada de factores irracionales, en la pura demencia. Sólo el exterminio de la población permite la existencia de alimentos para la supervivencia. El afán de salvar los obstáculos a enfrentarse, y el encuentro con la muerte tanto en la escena del asesinato del extraterrestre como en el encuentro con los cientos de cadáveres y de automóviles en Barcelona, coincide con el momento de iniciación a la vida de los protagonistas: descubren que todo es mortal; la inexistencia de la eternidad. Los libros les permiten aprender algo más: son sus verdaderos maestros. Iniciado el aprendizaje, y tomando Pedrolo elementos sustanciales del Bildungsroman o novela iniciática, a medida que crecen es cuando empiezan a sentir los deseos de ser adultos, desde cuando Alba queda prendada por un bikini blanco hasta que se declaran amor y mantienen su primera relación sexual en el capítulo cuarto, donde aparece una terrible frase del pensamiento de Dídac: “le angustiaba la monstruosa certeza de que eran felices sobre una montaña de cadáveres”. El viaje que les conduce a Italia simboliza ese proceso de iniciación, así como su culminación es el encuentro con otros seres humanos vivos y el enfrentamiento con el mal, puesto que en realidad están ante dementes.
            Destaca en buena medida el feminismo de la obra. Es Alba la que salva a Dídac, permite que la humanidad no desaparezca, cuida de él cuando enferma, y es quien toma las decisiones importantes, como la correspondiente a la plantación de semillas en el huerto de la masía que encuentran después de la curación del protagonista. Si a ellos añadimos que Dídac es de raza negra, somos conscientes de que estamos ante una obra donde se reivindica a los colectivos de población que históricamente han sido marginados, como las mujeres y los negros. Las estructuras comunes en las ficciones que sirvieron para aleccionarnos a las generaciones nacidas hasta los años setenta son quebrantadas por la obra de Pedrolo, al situar como protagonista a una mujer y al revelar el despertar sexual de la adolescencia como un hecho natural reivindicado por ser, además, la salvación de una raza la humana, que así podrá construir una utopía: un mundo mejor. La obra aboga por la didáctica: por la defensa de la idea de la necesidad de una reconstrucción pensada desde los universos colonizados por un pensamiento dominante que ha contribuido a la caída de la humanidad, bajo el prisma del docere et delectare clásico. Por eso, los libros son la salvación para la pareja superviviente al holocausto de los extraterrestres.
            Sin embargo, el final derivado del desenlace de Dídac obliga a plantear un posible tabú: que Alba cometiera incesto con su hijo Mar y de ese incesto naciera la humanidad. Es una inversión del incesto de Edipo, que no del mito, puesto que Alba se sacrifica para beneficio de la humanidad, no por motivos sentimentales o por complejos psicológicos. El epílogo confronta dos posturas contrarias sobre el origen del mecanoscrito: el que lo narrado en los cuatro cuadernos del Mecanoscrito revele el adanismo de Alba, frente a la posibilidad de que el lector se encuentre frente a un texto de lo que “los antiguos llamaban ciencia-ficción”. El desenlace queda demostrado suficientemente… pero en ello radica el carácter mágico de esta fantástica narración fantástica.
José Vicente Peiró





[1]Cita extraída de Robert SCHOLES / Eric S. RABKIN: La ciencia ficción. Historia, ciencia, perspectiva. Madrid, Taurus, 1982, p. 32.
[2] Tzvetan Todorov: Introducción a la literatura fantástica. Buenos Aires, Editorial Tiempo Contemporáneo, 1972, p. 65.

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