Valencia es un jardín de flores, donde brilla la paella y su fría arquitectura cibernética. Está muy bonita. No se vive en ningún sitio como aquí. Fíjate en esos madrileños que pasan hora y media al día para ir a su trabajo, y luego vienen a nuestras playas en cuanto tienen tres días de fiesta. Fíjate en esos gallegos que pasan semanas sin ver el sol. Y en esos catalanes, siempre pendientes de expandir su imperio y de sacar calés a todo el mundo. No hay nada como Valencia.
Además, tenemos Fórmula 1, Motociclismo, Champions League, Copa del América... Soltamos la mosca y ya está: Ecclestone se rinde a los efluvios del humo de la paella.
Pero nos hemos quedado sin premios literarios del Ayuntamiento de Valencia. total, ¿para qué sirven? La Generalitat eliminó sus premios de ensayo y a los libros mejor editados, y ha dejado moribundos los antaño subvencionados premios de la crítica valenciana quizá por desconocimiento de su importancia para que un autor diera el salto al ámbito nacional y su obra quedara certificada como prestigiosa. Y no pasa nada porque la gente de la literatura es insignificante aquí.
El Ayuntamiento de Valencia no ha convocado los premios Ciudad de Valencia, a pesar de estar presupuestados. Eran premios de raigambre nacional y uno de los frentes sociales donde se superaba el localismo y el provincianismo tan arraigados en nuestra cultura. El argumento esgrimido con la boca pequeña consiste en que, dada la situación financiera del consistorio, la partida debía ser destinada a gastos más necesarios. Lo cierto es que la supresión ha pasado de puntillas sin voces discrepantes.
La crisis económica -y de valores inmateriales- se ha llevado por delante otros premios municipales como el de narrativa juvenil de Cullera o el Bancaixa de Burjassot. Puede ser, como afirma Joan Carles Girbés en l'Informatiu, que hubiese un exceso de premios literarios, pero, como bien apunta, son importantes para fomentar el dinamismo creativo cuando la iniciativa privada les da la espalda por inoperancia. No lo niego: incluso que algunos sean elementos decorativos. Sin embargo, las autoridades deben velar por la promoción cultural y no hay nada mejor que un premio público para iniciar una trayectoria literaria valiosa. Además, en el caso del premio del género teatro, el de Valencia era un premio necesario, dada la carencia de concursos para libretos originales en nuestra Comunidad.
Sólo sé algo: una ciudad importante debe aupar a la gente de su cultura. Un empujoncito viene muy bien. Aquí hemos eliminado por superfluo este empujoncito. Mientras, la ciudad duerme, calla y da su visto bueno a la masacre de su cultura nacida del pensamiento, de la actividad alejada de la comercialidad. Hemos sido incapaces de crear una estructura literaria como la de otras ciudades ante la indiferencia de un pueblo para el que un libro es un objeto de castigo en lugar de instrumento de placer y de progreso individual y colectivo. No tenemos grandes editoriales y las que son serias sobreviven gracias al libro escolar. No tenemos fundaciones que impulsen congresos. Y ahora tampoco instituciones públicas. Así nos va. Luego se preguntarán por qué nos vamos a Madrid o a Barcelona... o a Murcia.
Mientras tanto, las fallas se quejan de un recorte de un tercio en la ayuda municipal a sus monumentos, ayuda que no existía hace una década. Pero no las suprimen, quizá porque sean "necesarias" dado que nos garantizan el reasfaltado de las calles después de la cremà. Quejas por recortes, pero nadie se queja de una supresión de facto de un bien común minoritario, y de, lo que es peor, la falta de garantías de recuperación de los premios, una de las pocas actividades que nos elevaba al calificativo de ciudad de cultura. Ningún concejal explica qué harán el año próximo, mientras la oposición calla porque bastante jaleo tiene dentro de su casa como para preocuparse de algo tan inservible como es la cultura real, la cultura del pensamiento, desplazada en esta ciudad por los grandes eventos deportivos y por la cultureta popular controlada desde el poder ideológico. Al fin y al cabo, aquí es más útil prestar solares públicos a un club de fútbol privado en la ruina que apoyar a las minorías impulsoras del progreso cultural.
Nada, sigamos así. Valencia seguirá su camino polvoriento mientras otras ciudades tomarán su testigo. ¿Para qué años Joanot Martorell si están vacíos de contenidos y realidades tangibles? ¿Para qué mantener una fláccida estructura cultural si las fallas dan más votos?
Menos mal que nos quedan los Premios Valencia de la Institución Alfonso el Magnánimo de la Diputación de Valencia o los Octubre. Por ahora.
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