Claves de Rafael Chirbes
Diarios (A ratos perdidos 1 y 2)
Rafael Chirbes
Editorial Anagrama, 2021, 468 págs.
Los dietarios y diarios se han convertido en una escritura fundamental tanto para entender a un autor y su obra como para simple disfrute lector. Nadie duda ya de que la escritura autobiográfica no es solo una justificación o un desahogo, muchas veces considerado como un ejercicio de terapia psicológica: es pura literatura. Y tanto para investigadores como para curiosos o lectores medios.
Pero no es cuestión de teorizar aquí sobre la escritura autobiográfica y ese pacto de la verdad que se establece entre el autor y el lector. Aquí vamos a hablar de unos diarios esperadísimos como el agua de mayo para gozar de la escritura de uno de los grandes autores de la narrativa contemporánea, Rafael Chirbes. Tristemente fallecido en 2015, un 15 de agosto, fecha en que media España se encuentra celebrando fiestas populares, precisamente unos eventos de los que no era un especial amigo. Una escritura donde ese pacto de la verdad se siente desde las primeras páginas llenas de dureza y enfermedad.
Porque para comenzar, la escritura de esos Diarios escritos a ratos perdidos, como se subtitulan, es impecable. Es propia de alguien que maneja la palabra como pocos, algo que no hace falta repetir que demostró en su producción literaria; alguien que sabe comunicar con profundidad y sin rodeos, ni retóricas superfluas o melifluas, ni alardeos egocéntricos. A veces con mala leche, cuando la vida le exaspera, y en otras con encanto. Su estilo es inconfundible por la perfecta sincronización entre forma y contenido. Pero podemos darnos cuenta también de la evolución de su escritura puesto que a medida que discurren las páginas se muestra más directo, más pulcro y su interior se manifiesta como puñaladas hacia el exterior, con numerosos reproches, en ocasiones de anécdotas divertidas como las de actos literarios en los que participó, donde la cultura es un maquillaje para su burocracia y su pose política carente de rigor cultural, valga la redundancia. Poco a poco vamos encontrando al Chirbes que mejor conocimos y que nos dio una lección de vivir para encontrar la felicidad y un lugar en el mundo cada vez más esquivo. Nos deleita, nos cautiva, nos interesan sus afirmaciones y nos imbuye en su percepción de la realidad.
Por los diarios desfilan sus amores, siempre “incompletos”, su pasión impresionista por las ciudades cosmopolitas a la vez que el alejamiento de lo masificado, sus lecturas con un ejercicio crítico donde lo personal se contrapone a la opinión “correcta”, su trabajo de escribano en la revista Sobremesa, la vida, la familia, el temor a la enfermedad, y sus conflictos como escritor, con ese temor a quedarse en blanco, al vacío después de haber publicado una obra, y a no tener suficientes argumentos. Se desnuda como un escritor de vocación, reconocedor de su pereza, lo cual le permite ser lector ante todo, frente al escritor profesional que escribe con contrato de obra al año. En el ejercicio crítico, destaca el repaso a sus contemporáneos y su filtro sobre los clásicos. Ironiza sobre la cultura, con afirmaciones como la inclusión de su obra El viajero sedentario entre los mejores libros turísticos del año en un conocido suplemento literario. También nos habla de cine, de sus películas preferidas siempre dando una opinión formada. Crítica subjetiva para el debate: se puede coincidir o no con su opinión, pero siempre abre nuevas vías a la reflexión.
Aún resulta más cautivadora su consideración de la traición de los supuestos izquierdistas, aburguesados desde la transición y creadores de una nueva moral beatífica de lo políticamente correcto. No habla de la derecha, no le merece la pena más que recordar sus raíces franquistas, aunque sí de la especulación como forma económica, sobre todo cuando narra la destrucción urbanística valenciana presente en sus novelas Crematorio y En la orilla. Madrid es para él una “novia fea” como Roma una ciudad maravillosa degradada por el tiempo y los propios romanos y en los últimos años bastante más decente. París es París y Alemania Alemania. No escapa su temor hacia la instalación progresiva de la ideología derivada del pasado dictatorial, con el blanqueamiento y también con la reformulación de su pensamiento, centrándose en la “modernez” contra su generación expresada por en un artículo por Andrés Ibáñez, en un nuevo revisionismo que se advertía en 2004 y que ahora vemos que ha dado sus frutos en el pensamiento colectivo con la revitalización de las bondades del régimen que su generación combatió. Nuevas formas para el mismo pensamiento carpetovetónico de siempre. No niega su alejamiento de los partidos políticos, con su militancia efímera en uno de ellos, porque su ideología estaba bañada de un toque personal alejado del gregarismo. Como también reniega del imperio de las masas, de la imposición cultural para complacencia popular.
Así, pues, quien no conociera a Chirbes tiene la oportunidad de acercarse a él y darse cuenta de su integridad. Cómo de que su incoherencia daba forma a su coherencia. Sus temores, sus pasiones y su impulso creativo están en estos Diarios. Y la fealdad que va imperando en el mundo actual con un carácter premonitorio.
Puede pensarse que es una lectura para iniciados. Puede ser. Creo que sí aunque su narración adquiera la condición de relato y se deje leer con pasión. Por eso me sobran los prólogos de Marta Sanz y Fernando Valls, escritora y crítico meritorios que están entre los grandes conocedores y estudiosos de la obra de Chirbes. Podrían ser unos buenos epílogos pero nunca una introducción porque no hace falta aportar algo externo a estos Diarios tan nutridos de interés. Aunque son prólogos excelentes. Quienes lo conocimos o lo hemos leído con pasión nos deleitamos con su palabra. Quienes no lo conozcan, mejor que pasen directamente a la página 59, donde comienza a narrarnos sus ratos perdidos desde 1984.
Ahora queda esperar sin duda la parte más interesante, la del éxito que acompañó a Chirbes a partir de mediados de la primera década del siglo XXI, dado que estos dos ratos perdidos llegan a marzo de 2005. Esperamos con desesperación los siguientes diarios. Mientras tanto, disfrutaremos con una relectura en la que aún descubriremos los aspectos que pueden haber quedado inadvertidos en la primera de un libro sustancial que convierte en vida lo que es escritura del pensamiento. Fundamental para los amantes de la literatura contemporánea. Y del inconformismo.
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