Arturo Pérez-Reverte ha protagonizado varias polémicas de toda índole. Una muy conocida tenía como interlocutor a Miguel García-Posada, presidente de los críticos literarios en ese momento. Dado que es un gran polemista se impuso con el argumento de que sus novelas eran leídas mientras que la de García-Posada no pasaba de unos cuantos lectores "avanzados". Siempre ha salido triunfador porque desde su mala uva ha estado sustentada en su razón.
Ahora la emprendió con las lágrimas del ex-ministro de exteriores, Miguel Ángel Moratinos. "Las lágrimas en política se dejan en casa". No entro en su valoración porque sus opiniones son suyas, aunque sí se aprecia una conclusión: se puede compartir o no la opinión, pero su provocación siempre tiene difícil contestación, hecho que se aprecia en sus artículos sobre nuestra realidad. En este caso, su impostura ha sido al menos curiosa, y rodeada de otras de índole sexual inventadas durante los mismos días, al menos la suya no cae en la chabacanería más infame, sino en la sátira dura.
Como novelista, sigue siendo ese autor apreciado por la inmensa mayoría de lectores y cuestionado por una amplia mayoría de la crítica. Pero nadie puede negar que es el protagonista de un debate histórico: ¿valoramos su obra por su número de lectores o por su repercusión crítica?
He leído El asedio. Para empezar, alabo el enorme trabajo del autor para documentar con fidelidad un tiempo y un espacio, el Cádiz de 1811. Pérez-Reverte juega incluso con estructuras paralelas encaminadas hacia el desenlace con mucha habilidad. Por de pronto, la morosidad de su acción, condimentada con perfectas descripciones, le permite dar amplitud a todo el proceso discursivo. Es una novela muy cinematográfica, como la mayor parte de su producción, con lo cual el lector le agradecerá siempre que sus personajes se salgan del tono fílmico para penetrar en sus interioridades y en los argumentos sobre sus actuaciones. Como dijo el crítico Ángel Basanta, es un novela más extensa de lo que sus setecientas páginas pudieran indicar.
No es recomendable un examen de la novela histórica española sin contar con Pérez-Reverte. Es un novelista valiente, y en El asedio se arriesga. La historia del sitio de Cádiz por las tropas de Napoléon, mientras se levantan sus cortes e Hispanoamérica empieza a caminar por su senda, está perfectamente documentada, incluso diría que de forma más diáfana y a la vez más extensa que en otras de sus novelas. Los personajes muestran mayor complejidad y sus diálogos estás perfectamente ensamblados en el discurso. El pérfido comisario Tizón, la mujer empresaria y emprendedora Lolita Palma, el físico artillero francés Desfosseaux, el escéptico José Lobo y los secundarios, están tratados con profundidad, con una mayor profundidad que en el best-seller tradicional. Es quizá este aspecto uno de los más destacables de la novela. El interés argumental (con tramas detectivescas, psicológicas, bélicas o aventureras) in crescendo le emparenta con la mejor tradición galdosiana, incluso hay guiños narrativos hacia el autor de los Episodios Nacionales, con ese punto melancólico en el desenlace propio de las novelas del autor. Las opiniones sobre España diluidas en los párrafos nos permiten reflexionar sobre la idea final: la novela es un cántico melancólico por el destino de lo que pudo ser esta nación y finalmente no ha sido (digo "no ha sido": no "no fue"), con un pueblo víctima de la estafa permanente.
Es una novela con lances y aventuras. Una novela total, examen de toda una época y de una ciudad. Oportunista en su lanzamiento, en vísperas del bicentenario del Cádiz de "La Pepa" y de las independencias americanas. Sin embargo, dada la morosidad del discurso, el buen lector hubiera querido algunas páginas menos. No es que sobren acontecimientos: falta síntesis. La espesura conceptual y la penetrante introspección en los personajes, digna de alabanza, pueden provocar en algunos lectores el agotamiento.
Por esta razón, gustará los lectores seguidores de Pérez-Reverte posiblemente más que cualquier otra de sus novelas. Se aburrirá el que no lo tenga entre sus autores predilectos. Y el lector intermedio manifestará división de opiniones. Mi opinión es que con mayor brevedad, sería una novela redonda.
El mismo Pérez-Reverte de siempre, un buen negocio editorial. Con eso está todo dicho.
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