El jueves día 21 de octubre por la noche vi en La 2 -notable cadena- un documental sobre Roberto Bolaño. Gran iniciativa por parte de nuestra televisión pública, a la que algunos quisieran convertir en un Gran Hermano continuo, ya vía pública ya privada (para bastantes opinadores, la única posible).
Dio una imagen aproximada de quién fue y de su obra. Los testimonios de Juan Villoro y de Jorge Herralde dando testimonio de su vida editorial certificaron su condición de escritor de culto; de escritor diferente y admirable. Todos somos bolañistas, me dijo una vez una profesora. Y tenía razón: los freakies de la literatura concebimos el universo literario como la vida misma. Como Bolaño.
Bolaño leía, escribía y, de vez en cuando, publicaba. Siete años después de su muerte nos sigue obsequiando novedades, como El Tercer Reich en este 2010, una gran novela muy imbricada con su vida y sus gustos, como casi toda su producción. En Estados Unidos lo acaban de descubrir, con lo cual le han dado carta de existencia universal, aunque en el resto de Occidente sus libros la tuvieran desde hace más de una década. El éxito de Bolaño no es reciente, y para descubrirlo lean el artículo de Ignacio Echevarría, quien bien lo conociera, en El Cultural de hoy acerca de Robert Ballyear. Como sabemos de sobra, hoy lo importante no es la obra sino la marca o el logo, lo cual no vale para la creación de este autor. Y por eso nos gusta tanto: su obra es total y global.
He dado conferencias sobre Bolaño, dirigido trabajos de doctorado y publicado en Turia y otras revistas acerca de su obra. La grácil complejidad de su prosa me lo convierte en más atractivo cada vez; siempre encuentro significados nuevos en su relectura. Quedo encantado con sus personajes oscuros, ocultando un fondo desconocido, con su búsqueda de las formas más abyectas del ser humano, pero siempre mostrando su universo e incluso a sí mismo. No me extraña que haya tantos "bolañitos", y como Jorge Volpi dijera en relación a los escritores jóvenes latinoamericanos, "todos somos Bolaño". Al fin y al cabo representa al hombre consagrado a la literatura y a la creación de su universo narrativo. Un hombre literario, lo cual es una carencia de nuestra sociedad actual. Cuanto más libros se escriben menos hombres literarios como Bolaño existen.
No hemos olvidado a Bolaño. Sigue vivo. No es un icono de la literatura hispanoamericana, sino un autor puntero, lectura obligatoria para nuestros alumnos igual que Rubén Darío, Borges, Rulfo, Neruda, García Márquez, Vargas Llosa, Carpentier o Rómulo Gallegos. Él no es el signo de una generación: es el signo de nuestros tiempos, de nuestro mundo, de nuestras aspiraciones de vivir la literatura.
El día 26 de noviembre iremos a Castellón a pronunciar una conferencia sobre su obra. Hay que seguir evangelizándola más allá de las aulas, los congresos y las cátedras; ensanchar su número de lectores. Si lo conseguimos, será un buen signo: será muestra de que los lectores tienen buen gusto y valentía para leer buena literatura alejada del neofolletín imperante en las listas de libros más vendidos.
Nos conformamos con tan poco que, en estos momentos, alabamos que una televisión, aunque sea una, dedique un poco de tiempo a nuestros escritores y los trate de manera tan cariñosa y ajustada a la realidad, sin mitificaciones ni mixtificaciones. A ver si la sociedad se da cuenta de que la utilidad de la literatura real es incuestionable. A lo mejor, la crisis económica nos permite recuperar el buen gusto estético porque es crisis de valores sobre todo. Entre ellos, el de la sensibilidad artistica.
Bolaño vive. Siempre nos dice algo nuevo aunque lo hayamos leído.
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